

Unai Sordo
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Unai Sordo
En una legislatura que surfea la ola de la sorpresa, Unai Sordo (Barakaldo, 1972) propinó el miércoles un inesperado golpe al tablero ante el fondo ... y las formas con que Junts se opone a la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales pactada por la vicepresidenta Yolanda Díaz con Comisiones Obreras y UGT. «Más inútil que la última tostada del pan Bimbo», definió el líder de Comisiones la estrategia de los secesionistas después de que Míriam Nogueras cargara contra el «'lobby' sindical». Sordo optó por plantarse ante el socio indispensable de Sánchez y Díaz, que ya ha hecho saber de su malestar al Gobierno. Y asegura haber recibido mensajes plurales avalando su 'ya vale'.
–Dice Carles Puigdemont que usted ha despreciado a los trabajadores de Bimbo.
–Lo primero que quiero es lanzarles un mensaje de apoyo, porque están bajo la amenaza de un ERE que no está justificado. Puigdemont ha hablado de todo menos de la cuestión de fondo, que es lo que va a hacer Junts con la reducción de jornada. Y de su actitud cuando habla con desprecio de 'lobbies' sindicales. Hay veces que hay que poner pie en pared. Aunque también le digo que ni es el papel que me gusta ni el tono que necesita el país.
–¿Qué significa «poner pie en pared»? ¿Está cediendo el Gobierno demasiado ante unos socios que le son imprescindibles?
–El Gobierno necesita concitar apoyos parlamentarios. Pero nosotros no somos el Gobierno. Y para nosotros es muy importante la reducción de jornada, sí, pero también la dignidad de los trabajadores y de los sindicatos. Hay momentos en los que hay que elevar el tono, enseñar el colmillo y tener, si me apura, hasta dignidad de barrio, porque no se puede hablar con esa chulería, con esa prepotencia, con esa 'sobradez'. Por encima de la dignidad no se pasa. Yo no voy a entrar a valorar si el Gobierno cede mucho o poco. Lo que sí le hemos dicho es que el acuerdo tiene que mantener la esencia de lo que hemos pactado. No se puede desnaturalizarlo ni se puede pactar con Junts a cambio de cualquier cosa. Vamos a ser muy exigentes con el Ministerio de Trabajo y con el Gobierno en general.
–¿Qué es irrenunciable?
–Hay dos cuestiones trascendentales. Una, que se mantenga la reducción por ley del tiempo de trabajo; es decir, que no se haga un birlibirloque para que solo la negociación colectiva la aborde, que es parte de lo que pretenden las patronales. Y la segunda, que no se desnaturalice con unos sistemas de control horario efectivos, porque nos estamos encontrando con millones de horas extras que se hacen, no se pagan y no se cotizan. El mensaje al Gobierno es clarísimo: ojo con desnaturalizar el acuerdo, con hacerlo irreconocible. Porque si eso es así, Comisiones se desentiende. Pero estoy convencido de que el Gobierno no se lo puede permitir.
–Junts sostiene que hay que empezar a negociar desde cero.
–No puede ser desde cero porque llevamos once meses con una negociación en la que ha estado también la CEOE. Es que el Gobierno no negocia con una banda de desarrapados. Nosotros tenemos millón y pico de afiliados, 112.000 delegados y delegadas y una función constitucional que ejercer. Hay que jugar con esas legitimidades colaborativas. Lo contrario es podar la calidad democrática.
–Que conste, usted no se ha reunido con Puigdemont…
–Ni que conste ni que no conste.
–Ni intención, entonces.
–Ni intención (ríe). Nosotros hemos hablado con Junts. Me parecía relevante mantener una interlocución con la dirección del partido, más allá de las puestas en escena que desee en este caso Puigdemont y que a mí no me seducen particularmente.
–Su acusación ha sido muy severa: que Junts hace política «jodiendo a la gente».
–Cuando construyes narrativas para parecer que eres más radical y más fuerte, y esto te lleva a votar, por ejemplo, contra la revalorización de las pensiones y los límites a los alquileres o a presentar ahora una enmienda a la totalidad contra un acuerdo con la legitimidad sindical, pasas por encima de los derechos y de los intereses de la mayoría social. Nosotros no cuestionamos el papel de ningún partido parlamentario ni su legitimidad, estaría bueno. Lo que exigimos es que no se cuestione la nuestra porque no somos un 'lobby', como a lo mejor a veces es Junts.
–¿Haber definido la mayoría de la investidura como «progresista» era, digamos, un invento?
–Le emplazo a buscar en la hemeroteca que yo haya hablado de mayoría progresista, aunque igual tengo algún borrón… (ríe). No demonizo esa mayoría, pero, en términos socioeconómicos, depender de Junts y, en menor medida, del PNV, tiene sus condicionantes.
–Y si la reducción de la jornada no sale, ¿se resquebrajará definitivamente esa mayoría?
–Sería un golpe muy duro, un contratiempo serio. Pero lo que más me preocupa es que sería un golpe duro para la parte más precaria de la clase trabajadora.
–¿Tanto como para poner en peligro la continuidad de la legislatura, su sentido?
–No todo es legislar. Y, teniendo la que tenemos en el plano europeo y en el internacional, meternos en una disputa electoral me parece una majadería. El Gobierno tiene que aguantar la legislatura, pero soy consciente de la debilidad de la misma. Y me cuesta ver una legislatura entera sin Presupuestos; aunque sea unos. Debería presentarlos.
–¿Está contando el Gobierno todo lo que sabe del apagón?
–No tengo ningún indicio de que esté ocultando información. Hasta donde me he podido informar, los tiempos para conocer exactamente todos los datos en este tipo de catástrofes suelen ser largos. Lo que a mí me preocupa mucho son los términos en que se ha establecido luego el debate energético. Porque el mayor suicidio económico para España es cuestionar la transición hacia un modelo energético basado en las renovables, donde por primera vez podemos ser competitivos.
–¿Basta con el decreto que Sánchez acaba de sacar adelante en el Congreso para combatir la ofensiva arancelaria de Trump?
–No. Son medidas necesarias, pero si se concreta la guerra comercial, eso abre la posibilidad de una recesión global y un proceso inflacionario. Y si ese escenario se da, que ya veremos, va a haber que tomar muchísimas medidas adicionales. La propuesta de Trump es un neocolonialismo evidente que cuestiona el modelo social europeo. Es una ofensiva de muchísimo calado. Y Europa concurre en un mundo donde casi todas las grandes áreas son sistemas autocráticos o que corren hacia la autocracia. Estamos en esta guerra con lanza.
–¿Es posible reasignar 10.471 millones al gasto militar sin que eso erosione el gasto social?
–En el corto plazo, sí; en el medio y largo, no. Hay que mejorar la autonomía estratégica de Europa y reducir las dependencias críticas. Ahora, que el reto de seguridad consista en empezar a gastar dinero en armamento como si no hubiera un mañana, bajo un paradigma de guerra convencional con Rusia, me parece un disparate. Soy consciente de que España no va a poder salirse del marco general, pero es que la UE no está enfocando correctamente la complejidad del reto.
–El nuevo Papa ha elegido identificarse con León XIII, el pontífice que elaboró la doctrina social de la Iglesia. ¿Tiene esto algún significado para un sindicato como el suyo?
–Uno de los vectores en la creación de Comisiones fueron los curas obreros y los cristianos de base. Lo que he podido recabar es una lectura bastante positiva porque apunta a un papado de continuidad. En un momento en el que se han alzado en el mundo ideologías canallas, con esta especie de nuevo canibalismo social que se pretende instaurar, Francisco ha sido una referencia moral de carácter global. Así que incluso los ateos estamos pendientes de por dónde va a rodar este papado.
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