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Jueves, 8 de mayo 2025, 18:12
Para el nombramiento del nuevo Papa se han cumplido unos pasos que se repiten cónclave tras cónclave. En la sucesión de un Papa todo está ritualizado y sigue un ceremonial, incluida la gestión del impacto emocional que sufre el candidato electo por una mayoría de dos tercios en la Capilla Sixtina. A partir de ese momento se desarrollan una serie de protocolos establecidos por la tradición y que están recogidos en documentos como la constitución apostólica 'Universi Dominici Gregis' de Juan Pablo II, cuya versión actual cuenta con algunas modificaciones menores de Benedicto XVI.
Basílica de San Pedro
Capilla Sixtina
Sala de las lágrimas
Recuento
Cardenales
Estufa para la fumata
Basílica de San Pedro
Capilla Sixtina
Sala de las lágrimas
Recuento
Cardenales
Estufa para la fumata
Basílica de San Pedro
Capilla Sixtina
Plaza de San Pedro
Sala de las lágrimas
Cardenales
Recuento
Votos
Estufa para la fumata
Basílica de San Pedro
Capilla Sixtina
Plaza de San Pedro
Sala de las lágrimas
Cardenales
Votos
Recuento
Estufa para la fumata
Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?
Cuando un candidato obtiene los dos tercios de los votos, el decano del colegio cardenalicio se acerca y le pregunta en latín: «Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?» («¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?»). Si se da la circunstancia de que es el mismo decano el que ha resultado elegido –pasó con Benedicto XVI–, será el vicedecano el que realice la pregunta. Cuando el elegido acepta –lo contrario es muy improbable–, le pregunta por el nombre papal que ha escogido: «Quo nomine vis vocari?» («¿Con qué nombre quieres ser llamado?»).
El nuevo Pontífice elige un nombre papal que nunca es casual, pues suele ser un homenaje a un predecesor, un familiar o a un santo –o ambas cosas– y anuncia el tono que va a tener su pontificado. Aunque nada impide que escoja mantener su nombre de pila, desde hace 470 años todos los papas han preferido adoptar uno distinto al de su bautismo.
A continuación, el maestro de celebraciones litúrgicas, en calidad de notario, redacta el documento oficial que registra la aceptación y el nombre elegido por el nuevo Papa. Este documento formaliza el fin del cónclave. Desde el momento de la aceptación, el nuevo Pontífice adquiere plena autoridad sobre la Iglesia Católica.
La quema de las papeletas que produce el humo blanco -la famosa fumata blanca- es la primera noticia que tiene la multitud que aguarda en la Plaza de San Pedro. Las papeletas de la votación final se han incinerado en una estufa instalada dentro de la Capilla Sixtina con productos químicos que generan un humo con la blancura suficiente como para evitar las confusiones y minutos de incertidumbre que se han dado en cónclaves anteriores, cuando no quedaba claro –nunca mejor dicho– si el humo era blanco o negro. Para evitar dudas, las campanas de San Pedro suenan al unísono.
En alguna ocasión, en los primeros momentos de la quema, el humo no fue a parar a donde debía. En el cónclave que eligió a Juan Pablo II, el encargado de la estufa no estuvo muy hábil y el humo empezó a extenderse por la propia Capilla Sixtina. «Eminencia, los que tienen que saber que habemus papam son los que están fuera. Nosotros ya lo sabemos», parece que le dijo un cardenal.
Mientras la noticia corría en el exterior, dentro de la Capilla Sixtina los cardenales electores rendían homenaje y juraban obediencia al nuevo Pontífice, aceptando así su autoridad. Tradicionalmente, el Papa se sentaba en un trono dispuesto para este acto, aunque ahora recibe a sus compañeros en el mismo lugar que ha ocupado durante la elección.
Sotanas de tres tallas para el futuro Papa
Estancia principal de la capilla
Estancia principal de la capilla
Sotanas de tres tallas para el futuro Papa
Sotanas de tres tallas para el futuro Papa
Estancia principal de la capilla
Sotanas de tres tallas para el futuro Papa
Estancia principal de la capilla
Cumplido este reconocimiento, el Papa electo se dirige a la conocida como 'sala delle lacrime', cámara lacrimatoria o sala de las lágrimas. Es una habitación no muy grande que está a la izquierda del altar de la Capilla Sixtina, donde es tradición que el Sumo Pontífice recién elegido sea investido de las vestiduras papales y en la que le esperan preparadas tres sotanas blancas de otras tantas tallas, pequeña, mediana y grande. Francisco rompió con la tradición limitándose a vestir solo la sotana blanca, sin los demás ornamentos con las que se presentaron los Papas anteriores, sin la muceta roja de las grandes ocasiones y ni siquiera la esclavina.
Es costumbre dejar solo al Papa durante unos minutos para que reflexione sobre su nueva condición y la responsabilidad que acaba de asumir. Para que se dé cuenta de la que se le viene encima, vamos. El nombre de la sala en la que se encuentra da a entender que no suele ser un momento de jovialidad, precisamente. El cardenal Giuseppe Siri, que fue arzobispo de Génova durante más de 40 años y participó en cuatro cónclaves, contó que se llevaba media botella de coñac a la Capilla Sixtina. «No para mí, sino para el elegido. Y créanme que sirve», aseguró.
Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam
Por fin, en torno a una hora después de la fumata blanca, el cardenal protodiácono (el cardenal diácono de mayor rango, actualmente Dominique Mamberti) sale al balcón central de la basílica de San Pedro y pronuncia la conocida frase en latín «Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!» («Os anuncio una gran alegría: ¡Tenemos Papa!»). Luego presenta también en latín el nombre que el nuevo Pontífice ha escogido: «Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum (nombre), Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem (apellido), qui sibi nomen imposuit (nombre papal)».
Esta es la presentación del nuevo Papa al mundo y de su obispo a Roma. Es un acto protocolario y no litúrgico, por lo que cada pontífice le da su enfoque personal. Así, Francisco optó por resaltar su faceta de obispo de la ciudad eterna, rezó un padrenuestro por su antecesor -el Papa emérito Benedicto XVI-, y rogó a la multitud que orara por él. La proclamación concluye con la primera bendición Urbi et Orbi del nuevo Sumo Pontífice.
Epílogo
Todo este ceremonial tiene un epílogo que se desarrolla algunos días o semanas después. Se trata de la toma de posesión de la archibasílica de San Juan de Letrán. Como Francisco recordó desde el primer día y durante su pontificado, el Papa es el obispo de Roma y como tal tiene su cátedra, la silla episcopal, en la catedral de la ciudad eterna. Esta no es San Pedro, sino San Juan de Letrán.
Trono papal de San Juan de Letrán, vacante hasta que el nuevo Papa tome posesión
Trono papal de San Juan de Letrán, vacante hasta que el nuevo Papa tome posesión
Trono papal de San Juan de Letrán, vacante hasta que el nuevo Papa tome posesión
Trono papal de San Juan de Letrán, vacante hasta que el nuevo Papa tome posesión
La toma de posesión es un acto simbólico y litúrgico mediante el cual el nuevo Papa asume su función de obispo de la diócesis de Roma. Es una ceremonia religiosa, no una proclamación, que incluye una misa solemne y ceremonias como la de sentarse en su cátedra. Es un acto que no da un poder adicional al Papa, sino que recuerda su función de obispo, ya que su autoridad plena quedó establecida desde el momento en que aceptó la elección en el cónclave.
Esta toma de posesión suele celebrarse, como queda dicho, días y hasta semanas después de la proclamación como Papa y de hecho depende de la densidad y prioridades de su agenda. Por ejemplo, Francisco tomó posesión de San Juan de Letrán el 7 de abril de 2013, tres semanas tras su elección el 13 de marzo de 2013. Este acto refuerza el vínculo del pontífice con Roma y su rol como obispo local, destacando que el papado no es solo una autoridad universal, sino también una responsabilidad diocesana.
Desde que Pablo VI optó por renunciar como signo de humildad al uso de la conocida como triple corona, la tiara papal, los sumos pontífices que lo sucedieron no fueron coronados, aunque cada uno de ellos tuvo su tiara correspondiente, recibida como regalo de grupos de fieles o particulares. Simbólicamente, la tiara siguió apareciendo en los escudos de Juan Pablo I y Juan Pablo II, pero ya no formó parte del de Benedicto XVI.
Pablo VI fue llevado en la silla gestatoria y recibió la Tiara como regalo de la archidiócesis de Milán, de la que Montini había sido arzobispo, al Papa Juan XXIII, quien no la usó en su coronación, pero Pablo VI escogió para la suya.
Tiara papal
La coronación de Pablo VI –Giovanni Battista Montini–, la última, fue un acto público y solemne realizado en la Plaza de San Pedro, frente a decenas de miles de fieles y dignatarios el 30 de junio de 1963, nueve días después de la elección y proclamación de este Papa.
Pablo VI fue llevado en la silla gestatoria y recibió la Tiara como regalo de la archidiócesis de Milán, de la que Montini había sido arzobispo, al Papa Juan XXIII, quien no la usó en su coronación, pero Pablo VI escogió para la suya.
Tiara papal
La coronación de Pablo VI –Giovanni Battista Montini–, la última, fue un acto público y solemne realizado en la Plaza de San Pedro, frente a decenas de miles de fieles y dignatarios el 30 de junio de 1963, nueve días después de la elección y proclamación de este Papa.
La coronación de Pablo VI –Giovanni Battista Montini–, la última, fue un acto público y solemne realizado en la Plaza de San Pedro, frente a decenas de miles de fieles y dignatarios el 30 de junio de 1963, nueve días después de la elección y proclamación de este Papa.
Tiara papal
Pablo VI fue llevado en la silla gestatoria y recibió la Tiara como regalo de la archidiócesis de Milán, de la que Montini había sido arzobispo, al Papa Juan XXIII, quien no la usó en su coronación, pero Pablo VI escogió para la suya.
La coronación de Pablo VI –Giovanni Battista Montini–, la última, fue un acto público y solemne realizado en la Plaza de San Pedro, frente a decenas de miles de fieles y dignatarios el 30 de junio de 1963, nueve días después de la elección y proclamación de este Papa.
Pablo VI fue llevado en la silla gestatoria y recibió la Tiara como regalo de la archidiócesis de Milán, de la que Montini había sido arzobispo, al Papa Juan XXIII, quien no la usó en su coronación, pero Pablo VI escogió para la suya.
Tiara papal
El cardenal Alfredo Ottaviani, como diácono principal, colocó la tiara –de 4,5 kilos– en la cabeza de Pablo VI y pronunció la fórmula tradicional en latín: «Accipe tiaram tribus coronis ornatam, et scias te esse Patrem Principum et Regum, Rectorem Orbis, in terra Vicarium Salvatoris Nostri Jesu Christi, cui est honor et gloria in saecula saeculorum» («Recibe la tiara adornada con tres coronas, y sabe que eres Padre de Príncipes y Reyes, Rector del Orbe, Vicario en la tierra de nuestro Salvador Jesucristo, a quien pertenece el honor y la gloria por los siglos de los siglos»).
La ceremonia incluyó la Misa de Coronación, cánticos litúrgicos y bendiciones papales, siguiendo el rito tradicional establecido en el 'Pontificale Romanum'.
Al acabar la segunda sesión del Concilio Vaticano II en 1963, Pablo VI dejó su tiara sobre el altar de la basílica de San Pedro como gesto de humildad. En 1964 la corona fue subastada y el dinero obtenido se dedicó a la caridad. Adquirida por católicos estadounidenses, fue enviada a la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington D. C. (EE UU), donde se custodia y está expuesta.
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