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Quizás nunca se sintió cómodo en su faceta como político de primera línea. De hecho, cuando se presentó a las elecciones municipales, en las ... que la candidatura que encabezaba fue la más votada pese a que finalmente no pudo gobernar, declaró: «Yo no soy político, vengo de lo social». Y entonces apostó por «una política de cercanía». No puede negarse, efectivamente, su cercanía, pero por encima de ella destaca la discreción. En estos dos años de trayectoria municipal ha sido un portavoz de bajo perfil, tanto en comparecencias públicas como en las sesiones plenarias, donde en la mayoría de las ocasiones cedió el protagonismo a otros compañeros como Carmen Eva Pérez, Tino Vaquero y Marina Pineda.
Luis Manuel Flórez, que se quedó en Floro desde que un compañero de la Universidad Pontificia de Salamanca decidió que ya había dos Flórez en el centro y al de Tuilla le tocaba acortar y modificar el suyo, fue durante algo más de tres décadas la cara visible de Proyecto Hombre, una entidad que presidió e impulsó en la ciudad como alivio y ayuda para un problema, el de las adicciones, que en su momento vio que acuciaban a la sociedad de una manera cada vez más alarmante. La asunción de esa tarea fue un nuevo giro en la trayectoria vital de un jesuita que también vivió un importante cambio de rumbo en lo personal, pues tras haberse ordenado en su momento como sacerdote acabó colgando los hábitos por amor.
Nieto de minero y maquinista (fusilado) e hijo de carbonero, cuando cumplió 12 años toda su familia se trasladó desde Tuilla, donde vio la luz un día de Reyes, a Gijón para que estudiara un oficio en la Fundación Revillagigedo. Allí pasó siete años, que culminaron con una maestría industrial en Construcciones Metálicas. En 1974, recién finalizados sus estudios, decidió ingresar en la Compañía de Jesús. Tuvo varios destinos, pero fue su paso por Madrid, y el contacto directo con barrios como San Blas y la cárcel de Carabanchel, el que le generó la necesidad de involucrarse en la lucha contra las adicciones y en el apoyo tanto a quienes habían caído en la droga como a sus familias, tarea a la que se encomendó hasta su jubilación, en 2019. Eso, no obstante, no supuso su desvinculación de Proyecto Hombre, de cuya fundación siguió formando parte, colaborando en aquello que fuera necesario.
Floro, que en reconocimiento a su actividad social llegó a recoger en dos ocasiones la Medalla de Plata de Gijón –en 2009 en representación de Proyecto Hombre y en 2019 concedida a título personal– abandona ahora su último destino, el de la política, donde trató de aplicar lo aprendido durante su larga trayectoria de trabajo por los demás.
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