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Dos horas después de que comenzase la manifestación convocada por la enseñanza pública la gente aún se resistía a abandonar la calle Uría. Sonaban ... todavía los pitos y los tambores y los gritos de protesta. Es el reflejo del profundo malestar que este domingo ha sacado a las calles de Oviedo a miles y miles de docentes de toda Asturias en lo que ha sido, sin duda, una cita histórica «para conseguir la victoria del profesorado asturiano», en palabras de Jorge Espina, presidente de la Junta de Docentes no Universitarios de Asturias.
Una cita que ha colapsado los trenes con destino a Oviedo, la zona de la estación de Renfe y la calle Uría, que seguía repleta mientras la cabecera, con los representantes sindicales, estaba ya en La Escandalera y por megafonía se escuchaba el manifiesto unitario. Según las cifras de la Policía Nacional facilitadas por Delegación del Gobierno han sido 19.000. Los organizadores han hablado de 30.000 participantes.
Varias cosas han quedado claras en la multitudinaria manifestación de hoy. Por un lado, que el descontento es general y profundo. Que hay un enfado evidente, que ha ido creciendo con los años y que es cierto que el profesorado asturiano ha dicho «¡hasta aquí!» La marea de camisetas negras que ha llegado hasta la capital en trenes (los hay que han tenido que dejar a pasajeros en tierra), autobuses y coches lo han dejado muy claro. Se intuía ya a las once de la mañana, cuando llovía con ganas pero la zona de La Losa se empezaba a llenar. Los trenes llegaban hasta arriba, llegaban noticias de grupos que habían tenido que recurrir a los coches particulares y el tráfico era muy intenso para entrar en Oviedo.
Como también ha quedado claro que el problema iba mucho más allá que la hora de junio y septiembre. Que la eliminación de la reducción de jornada, luego corregida por Adrián Barbón, fue la mecha, pero no el motivo principal. Porque, una vez rectificada la decisión, la protesta no solo no ha cesado sino que ha aumentado. Y los muchos carteles que portaban hoy los manifestantes, grandes y pequeños, docentes y familias daban buena cuenta de cuáles son esas reivindicaciones: inclusión, menos burocracia, inversión, plantilla, equiparación salarial…
Más conclusiones de hoy. Que la movilización va mucho más de los sindicatos. Que el movimiento de las camisetas negras ha nacido en las aulas y no en las centrales sindicales y que la delicada unión a la que han llegado esta semana ANPE, CC OO, SUATEA, UGT y CSIF podría verse sobrepasada por el clamor de las aulas. De hecho, desde los mismos grupos de Telegram y redes sociales en los que se exigió la unidad sindical ahora se lamenta que haya quien quiera «protagonismo» y se empiezan a dar pasos para organizarse más allá de siglas. Ya hay quien propone crear organizaciones o asociaciones independientes. No hace falta que los sindicatos expliquen que no van a aceptar cualquier cosa, es que la gente no se lo va a permitir.
Los responsables sindicales lo saben y necesitan mantener un difícil equilibrio: deben responder al llamamiento de las aulas, seguir el complicado juego de ajedrez que significa la negociación con el Principado de Asturias y seguir liderando la multitudinaria movilización que llena las calles desde el pasado martes, cuanto tuvo lugar la primera jornada de huelga y concentración.
Hay otra cosa que ha quedado clara en la manifestación de hoy: que los docentes quieren dimisiones. Lo decía la pancarta que abría: «Pola escuela pública y les sos trabajadores. Barbón: soluciones y dimisiones». Todos los ojos y todas las voces estaban hoy puestas en la consejera Lydia Espina, a quien algunos sindicatos no consideran ya una interlocutora válida para las conversaciones.
Unas conversaciones que, en principio, se retomarán mañana, pero que algún portavoz lamentaba que no fueran esta misma tarde. No comprenden que el Ejecutivo «haya dejado que esto llegue hasta aquí» y que se haya dado pie a que arranque mañana la huelga indefinida convocada por la Junta de Personal Docente para todos los cuerpos.
Todas estas cuestiones han quedado reflejadas en el manifiesto que han leído Paula Cristóbal y Estefanía Moro, del grupo musical Herbamora. Un manifiesto en el que han sido muy duros con la «actitud autoritaria, negacionista y profundamente irrespetuosa de la Consejería de Educación del Principado de Asturias», que consideran «ha llegado a límites absolutamente insoportables». Dicen estar hartos de ser «ignorados, maltratados y precarizados», acusan a la Administración de mentir, de «imponer recortes encubiertos». Una Administración que «pisotea el derecho a huelga». Un «Gobierno que debería ser el más progresista de la historia y no solo desprecia a los y las docentes asturianos sino que maniobra para debilitar nuestra lucha y vaciar de contenido la movilización».
Con cada crítica y cada petición resonaban los aplausos en La Escandelera, se agitaban banderines y pancartas desde ahí hasta Renfe. Y hay que, antes de irse, aún advertía: «Mañana volvemos».
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