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El 28 de abril ya ha quedado para la historia. Las ocho horas de apagón eléctrico en España marca una fecha que, para el sector turístico asturiano, no fue mala. Todo lo contrario. Vivieron un agosto en plena primavera. «Las terrazas se erigieron como puntos de encuentro. Pese a las dificultades, los hosteleros se volcaron en dar de comer y beber a todos los clientes». «Económicamente hablando, fue un día muy bueno». Los problemas para los pagos electrónicos se subsanaron con metálico y las neveras y congeladores, que tienen capacidad para mantener su temperatura entre seis horas, para las primeras, y hasta las 48, para los segundos, hicieron que «no hubiera pérdida significativa de género». En los alojamientos, la jornada tuvo complicaciones para la gestión de datos, pero pocos problemas reseñables. «Como anécdota, unos clientes que no podían marchar, porque no tenían gasolina. Al final, lo lograron». De hecho, muchos alojamientos «dieron cobijo a personas que no podían viajar». En resumen, «el sector dio un ejemplo de servicio público, solidaridad y profesionalidad».
Así lo cuentan tanto Otea, la patronal turística que aglutina al 90% del sector en la región y que preside quien también lo hace en la hostelería nacional, José Luis Álvarez Almeida, como Félix Marcos, portavoz de Hostelería con Conciencia, y, también, Ana Soberón, vicepresidenta del Clúster Rural. Otea señala que «el espíritu de ayuda y atención se priorizó por encima de la transacción económica». Marcos coincide con la sensación general «el de ayer fue un día de locura. Una cosa muy rara no tener electricidad», pero una locura beneficiosa: «El chigre de barrio hizo una función social. La gente que estaba en casa, bajó al bar, a la terraza, no sé si por miedo o para no estar sola... Al mediodía, como había buen día, ya teníamos la terraza llena, después del apagón, el lleno fue a más».
Tanto que en su negocio «que cerramos de 15.30 a 16.30» ese cierre temporal fue imposible. «No había manera. La gente venía, sobre todo, a hablar. Consumían y hablaban con el vecino de puerta, al que no conocían de nada».
Una función social que se tradujo en una mejor caja. «A nivel de ventas fue exagerado. La terraza llena, los parques llenos de niños y los padres y madres en las terrazas... Como había buen tiempo, muchas de las personas de oficinas y otros empleos que no podían trabajar, se quedaron en los bares». Tanto fue que hoy «la apertura será más tarde, porque nos hemos quedado sin mercancía».
Una mercancía que, precisamente, quedó a salvo. «Las neveras y los congeladores aguantaron. El hielo, que en mi caso es lo más frío que tengo, aguantó perfectamente. Ningún compañero de restauración me ha contado que haya tenido problema con el género». Especialmente importante que los congeladores hayan aguantado, porque muchos habían hecho acopio ya para el puente de mayo.
Para Marcos, el 28 de abril fue «un día muy bueno económicamente y, también, socialmente, porque se vio que el chigre de barrio sirve para hacer barrio, hacer ciudad».
Una sensación que tienen todos los profesionales de la región. Otea certifica que el sector fue un ejemplo «de solidaridad y servicio a la comunidad». Las terrazas, gracias a la jornada de sol, «se erigieron como puntos de encuentro y alivio en medio de la incertidumbre». De hecho, los establecimientos tiraron de imaginación «para seguir dando servicio incluso, fiando el pago para otro día». Eso último con los clientes habituales.
En cuanto a los alojamientos, la jornada se vivió sin más contratiempo que el propio de la falta de electricidad: no poder hacer uso de los electrodomésticos y, también de los ordenadores. Los registros se hicieron a mano y las salidas quedaron computadas como antes de la llegada de internet. Desde el Clúster Rural, Ana Soberón explica que «fue una jornada muy tranquila» con la única anécdota de «unos clientes que tenían prevista la salida y no podían hacerlo al no tener gasolina suficiente». La sangre no llegó al río. «Al final, lograron cargar combustible y seguir viaje».
Otea, por su parte, apunta que la respuesta de los alojamientos «fue igualmente destacable, ya que se movilizaron decenas de habitaciones con rapidez para ofrecer cobijo a los numerosos viajeros que quedaron aislados». Tras la experiencia, la patronal pone sobre la mesa contar «con protocolo de emergencias» que ayuden a solventar situaciones imprevistas.
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