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Las mascotas se han convertido en un miembro más de la familia: ofrecen su afecto incondicional a pequeños y mayores, por lo que merecen todos ... los cuidados posibles. Esto incluye las visitas al veterinario, ya sea para inocularles vacunas o hacerles un chequeo. En este contexto y sabiendo que la atención sanitaria animal en España es de carácter exclusivamente privado, en los últimos años han surgido numerosas aseguradoras veterinarias. Compañías a las que muchos usuarios miran con recelo: ¿realmente sale a cuenta abonar una cuota mensual? Saquemos la calculadora.
El coste medio por año de las vacunas suele rondar los 60 euros, seguido por los 80€ de cualquier radiografía o los 100€ de las analíticas más completas: «El gasto medio por dueño resulta difícil de calcular, ya que depende mucho de la edad del animal -explica Vanessa Carballés, veterinaria del Hospital Gattos (Madrid)-. Si se hacen 1 o 2 revisiones al año con análisis de sangre y ecografía, por ejemplo, el rango de precios puede ir entre los 400 y los 800 euros».
Cuestión distinta son las intervenciones quirúrgicas, las cirugías ortopédicas o los tratamientos oncológicos, que podrían costarnos entre 1.000 y 3.000 euros. En estos casos, por lo general, los seguros de mascotas tan solo nos reclamarán una franquicia de entre el 10 y el 20%, según el tipo de póliza que tengamos contratada.
Porque sí, las coberturas varían enormemente según la mensualidad: quienes opten por las modalidades más económicas (unos 10€) verán únciamente satisfechos los accidentes y las consultas de urgencia; mientras que las más completas (en torno a 40€) incluyen hospitalizaciones, asistencia telefónica, asesoramiento legal ante daño a terceros (si nuestro perro muerde a alguien, por ejemplo), eutanasia e incineración. Incluso los gastos de alojamiento en una residencia si somos nosotros los hospitalizados y nadie puede ocuparse del animal. El desembolso al cabo de doce meses para uno y otro caso ascendería así a entre 120 y 500 euros.
Con los datos sobre la mesa, parece evidente que quien visite al veterinario lo mínimo imprescindible obtendrá un ahorro casi nulo al suscribirse a uno de estos seguros. Algo que suele ser habitual, efectivamente, durante los primeros años de la mascota. Ahora bien, ¿no conviene ser previsor de cara a las enfermedades que seguramente padezca más adelante? Desde luego. Y es que, como ocurre con las aseguradoras de salud para humanos, la mayoría ponen pegas (o directamente cancelan el contrato) si detectan que les pedimos sufragar el tratamiento o la intervención de una patología diagnosticada con anterioridad. Tampoco suelen cubrir dolencias congénitas, desparasitaciones o esterilizaciones; y, si el animal tiene más de 7 u 8 años, puede que nos rechacen como clientes o que tan solo nos ofrezcan las coberturas más básicas.
Otras cuestiones a considerar son los periodos de carencia del seguro en que estemos interesados (entre 15 y 30 días por norma, durante los que la mascota no estará cubierta); y las formalidades de abono contempladas por cada compañía, explica el veterinario Carlos Gutiérrez, del canal de YouTube 'Mascotas y Familias Felices': «Cuando tenemos una urgencia, algunas aseguradoras nos obligan a pagar de nuestro bolsillo la factura del veterinario para después reintegrárnosla completa o parcialmente (si consideran que el gasto es asegurable). Esto choca con la principal motivación de muchos a la hora de contratar un seguro: que los imprevistos de este tipo no les pillen con la cuenta en números rojos; incapaces de afrontar el gasto. Muchos pacientes se encuentran esa sorpresa desagradable y descubren que han estado experimentando una falsa sensación de seguridad».
La lógica dicta comprobar, también, si la raza de nuestro mejor amigo es más propensa que otras a ciertas enfermedades. Por ejemplo, pastores alemanes y chihuahuas tienden a padecer más problemas articulares; los Shar pei, patologías dérmicas; y los bulldogs franceses, dificultades respiratorias. Entre los gatos, por su parte, los Ragdoll están predispuestos a problemas renales; los esfinges sufren más alergias; los persas son braquicéfalos (una malformación del cráneo que afecta al aparato respiratorio) y los Maine Coon terminan doliéndose articularmente. En casos como estos, contratar un seguro de salud resulta lo más aconsejable: sabemos a ciencia cierta que tendremos que visitar la consulta del veterinario con asiduidad.
Como alternativa a los seguros de salud para mascotas, Gutiérrez recomienda «hacerse con una hucha en la que cada mes depositemos cierta cantidad de dinero. De jóvenes, nuestro gato y nuestro perro no van a ir cada mes al veterinario. Todo eso va quedando ahí para cuando necesitemos tirar de él y compensar los gastos más grandes, usualmente en la etapa adulta de sus vidas».
Por su parte, Carballés alude a los planes de salud que suelen ofrecer la mayoría de clínicas: «En nuestro hospital tenemos tres planes en función de la edad del gato. Cada uno incluye un paquete de pruebas que resultan más baratas que si no se tuviera el plan, y la ventaja es que durante un año todas las consultas son gratuitas (incluidos festivos y fines de semana). Además, las pruebas que tengan que hacerse fuera del plan también tienen descuento».
En España, desde 2023, la Ley de Bienestar Animal obliga a la contratación de un seguro de responsabilidad civil para todas las razas de perro. Tiene un precio de entre 25 y 50 euros anuales (a veces viene incluido en las coberturas del seguro del hogar) y no debe confundirse con los mentados seguros de salud.
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