Enrique Vila-Matas, escritor: «La inteligencia artificial no me interesa en absoluto»
El autor catalán Enrique Vila-Matas presenta este domingo, 22 de junio, en la Feria del Libro de Gijón 'Canon de cámara oscura', novela en la que el narrador es un robot
Carlos Sala
Viernes, 20 de junio 2025, 13:42
Un apagón total en la Barcelona de 2007 fue la génesis de la última propuesta narrativa de Enrique Vila-Matas. No podía escribir, ya que ... su ordenador estaba sin electricidad, y no podía leer porque no había luz. Este es el corazón motor de la novela 'Canon de cámara oscura', una nueva vuelta de tuerca a su obsesión meta-literaria, esta vez bajo los pensamientos, deseos y obsesiones de un androide indistinguible de los seres humanos. «Creo que es la primera vez que se hace en literatura», comenta sobre su narrador. Es Vidal Escabia, un robot Denver-7 de vida ilimitada con dos pasiones; el amor a los libros y una hija ausente a la que quiere volver a ver como sea. Este domingo, a las 13.15 horas en el Antiguo Instituto, hablará de todo ello con Moisés Mori, dentro de la Feria del Libro de Gijón.
–Vidal, el narrador, se paraliza cuando le preguntan cuándo se sintió escritor. ¿Cuándo se sintió Enrique Vila-Matas escritor?
–Es más difícil de lo que parece contestar a una pregunta así. Puedo decir en la universidad de Derecho, cuando leí por primera vez a la Generación del 27. Los poemas de Cernuda, Lorca, Juan Larrea y, sobre todo, Pedro Salinas, me llevaron a decir por primera vez: «Yo quiero hacer esto». O años después, cuando viviendo en París, con un libro ya publicado, empecé a sentir algo similar que antes no sentía. Entendí entonces la cita de André Gide sobre vivir experiencias para poder escribir sobre ellas.
–¿Qué le llevó a interesarse por escribir desde el punto de vista de un posible androide con inteligencia artificial?
–La verdad es que la IA no me interesa en absoluto. No soy un escritor especulativo, no es lo mío. Y siempre he huido de la actualidad. Envejece las historias de forma muy prematura, las amarillea. En cinco o diez años parecen obsoletas. Me interesaba el androide porque me permitía tener una voz fuera de este mundo y hacer con ella lo que me diese la gana. He sentido mucha libertad al escribir, más que nunca, y esto ha sido un gran descanso.
–El narrador tiene como proyecto crear su propio canon literario. La particularidad es que es intempestivo, azaroso y en realidad solo busca fragmentos. ¿Qué le parecen los grandes cánones literarios?
–Es algo que puso de moda Harold Bloom y el suyo me parece el más antipático y pomposo. Fue uno de los motivos que me llevaron a querer escribir el mío. Y los libros que salen son azarosos en el sentido de que son los que leía o manoseaba en ese momento. Si fueras a mi casa ahora, verías todos esos mismos libros en el suelo de mi despacho. Yo practico la misma aspiración azarosa que el androide.
–La realidad, su vida, sus lecturas, ¿siempre se filtran de alguna forma en sus libros?
–Me encantaría ser como Eduardo Mendoza y encerrarme en un despacho totalmente vacío, sin distracciones, y escribir de forma pura, sin interferencia alguna. En mi literatura se pueden ver mis tropiezos lectores del momento, mis arrebatos intempestivos, mi regalía de libros como una guía del camino que se puede seguir como migajas de pan en el suelo.
–En el libro también hay mucha referencia musical, y moderna: de Billie Eilish a Cigarettes After Sex. ¿También eran canciones que escuchaba en ese momento?
–Exacto. Yo escribo con Spotify. Siempre. Son canciones que el algoritmo me presenta de música ligera, en inglés, que me acompañan. No escucho temas estridentes, música heavy o cosas así, solo melodías tranquilas que me ayudan a escribir. Tampoco escucho temas en castellano porque eso podría filtrarse en mi escritura y distraerme demasiado, pero una buena canción de fondo es maravillosa.
–¿Hoy es más fácil o más difícil iniciarse como escritor?
–Sinceramente, creo que es más difícil. Antes conocía a todas las personas que escribían en España. Ahora es imposible. La avalancha de libros hace que su vida sea muy corta y muchos desaparezcan antes de que alguien tenga tiempo de leerlos. Los únicos que destacan son los que tienen algo extraliterario, noticiable. Cuando empecé puede que no hubiese suplementos literarios, pero al menos todos los libros tenían su crítica. Ahora la mayoría no tiene ni eso.
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