El heredero de la saga Entrerríos
Adrián, hijo de Alberto, de 17 años, hace gala a su apellido en las categorías de formación de Francia. «Es un chaval que adora el balonmano»
Como jugador, dice, después casi de una veintena de años como profesional, al final era siempre un poco de los mismo: los entrenamientos, los partidos… Pero, un día de la temporada 2015-16, enrolado en el HBC Nantes, decidió parar. Iniciar una nueva etapa en su vida. Había estado aprendiendo, casi sin querer, un nuevo oficio de los mejores en lo suyo. Y empezó desde cero. Aportó su experiencia, sus conocimientos tácticos, cómo abordar ciertas situaciones de juego en ciertos momentos, esa visión estratégica que le sigue interesando todavía. Y pasó de pelear sobre el parqué de la cancha del HBC Nantes, de sudar la camiseta por su equipo, a competir desde fuera, primero, como técnico auxiliar y, posteriormente, como entrenador del propio equipo francés y, a día de hoy, como titular del banquillo del Limoges Hand 87.
Es bastante habitual en la vida que los hijos sigan la carrera profesional de los padres. Por ejemplo, en el balonmano. En ocasiones, los hijos no logran brillar más que su progenitor. En otros casos, el nivel es similar. Y hay veces que el hijo supera al padre. Sea como sea, la saga del balonmano que sigue tan viva como siempre, que trabaja ya con la segunda generación, es la de los Entrerríos.
El padre, Alberto, fue una figura del primer orden como jugador. Se labró toda una carrera. Un camino salpicado por tantos éxitos que no caben a la hora de recogerlos en unas líneas: seis veces campeón de la Liga Asobal, tres de la Copa del Rey, seis de la Copa Asobal, cuatro de la Supercopa de España, tres de la Copa de Europa, dos de la Recopa de Europa, tres de la Supercopa de Europa, una del Mundial de Clubes…
Y no se quedan ahí sus méritos. Al contrario. Fue partícipe del primer gran golpe de la Selección Española con el oro en el Mundial de 2005. Y no fue la única con 'La Roja' ya que se volvió a encumbrarse en la cita mundialista de 2013, a lo que sumó un bronce en 2011. Por el camino, entre una y otra gesta, se había colgado un bronce y una plata continentales (2000 y 2006), un oro en los Juegos Mediterráneos (2005) y un bronce olímpico (2008).
«Todavía tengo dos años para trabajar aquí y volver a Europa, que ya es ahora el objetivo del club», explica, en conversación con EL COMERCIO, desde Limoges. «Y a ver si conseguimos, con el paso del tiempo, reducir las distancias que hay con los tres primeros», añade Alberto, testigo directo del crecimiento del modelo del campeonato galo mientras que la Asobal, a la que antes nadie le tosía, sigue sin más competencia en la pista para el Barcelona que el propio Barça.
Y Adrián, hijo de Silvia y Alberto, es el jugador en el que todos piensan para un futuro ya cercano, que ya da alegrías, que supone una bocanada de aire fresco en el futuro de esta disciplina para España, aunque de momento, compite en Francia, y que, dicen muchos, tiene condiciones para emular a su progenitor, del que ha heredado su estructura física, su forma de ver el balonmano y su creencia de que nada es imposible.
El carácter del padre
«¿Que si tiene mi carácter? Yo creo que tiene el que se necesita para jugar. Está siempre con ganas de entrenar, de trabajar. He visto pocos como él», explica el técnico del Limoges, que, sobre todo, se muestra insistente en un mensaje: que tenga los pies en el suelo, que siga trabajando. «Está disfrutando mucho porque es un chaval que adora el balonmano», insiste.
El joven Entrerríos, que se encuentra en el instituto, participa del programa para deportistas Pôle Espoir Handball de Talence-Nouvelle Aquitaine, que le ha obligado a trasladarse a Talence, en Burdeos, este año. Allí le hacen un seguimiento individualizado de estudios y de deporte con los veinte jóvenes más destacados de la provincia de lunes a viernes. Después, se va a su casa y juega con su equipo, el Limoges. Hasta el lunes, que se retoma de nuevo la rutina. Adrián ha competido en los Interpôles, una serie de torneos de balonmano, al estilo del CESA de selecciones autonómicas, que se organizan para promover el deporte y desarrollar a los jugadores, y mejorar su técnica, su estrategia y su capacidad de trabajar en equipo.
La eclosión de Adrián, que nació durante la etapa de jugador de Alberto en el Balonmano Ciudad Real, va cumpliendo etapas, quemando categorías. Aúna unas condiciones técnicas y físicas extraordinarias, y, sobre todo, ofrece un margen de mejora enorme y una gran versatilidad. «Él está como tiene que estar, jugando para divertirse y haciéndolo lo mejor posible. Pero es verdad que, en el momento que entras en este programa, el objetivo es llegar a ser profesional. Se hizo con el objetivo de sacar jugadores para las dos máximas categorías nacionales», hace hincapié un orgulloso Alberto cuando habla de su hijo, al que, a su juicio, no le pesa su apellido.
«Creo que ha crecido un poco con eso. Está acostumbrado desde siempre a que su padre era jugador, después entrenador… No piensa demasiado en eso», apunta Alberto, que reconoce sentirse orgulloso. «No tanto por si es bueno o malo, o por si lo está haciendo bien o regular. Sino por la ilusión que tiene, las ganas que pone. Es muy trabajador», hace hincapié Alberto sobre Adrián. «Es un chaval que llega el verano, las vacaciones, y no se puede estar quieto. Tiene que ir al gimnasio, tiene que ir a jugar a algo…». Es un deportista. «De hecho, cuando yo tengo un rato para descansar, ya está ahí diciéndome 'vamos a entrenar, vamos a entrenar…'. Muchas veces me cuesta, pero ahí vamos un poquito», confiesa entre risas.
Poco a poco, el talento de Adrián se ha ido abriendo camino, confirmando las condiciones que llamaron la atención ya tiempo atrás. «Es un chaval que adora el balonmano», apunta su padre. «Yo no sé si arma mi brazo como yo, pero… Ya le digo. Sobre todo lo que a mí me interesa son las ganas que tiene», insiste Alberto cuando habla de este chaval de 17 años, que se desenvuelve en la posición de central –su padre era lateral izquierdo–, que será juvenil de segundo año la próxima campaña y que está enfocando sus estudios, más allá de las canchas, a la preparación física.
El Complejo Deportivo El Llano-Contrueces llevará el nombre de los Entrerríos
Los hermanos Entrerríos harán una parada, dentro de apretada agenda, en Gijón el próximo 30 de junio por un motivo bien justificado. El Ayuntamiento de Gijón ha decidido que el Complejo Deportivo El Llano-Contrueces pase a llamarse 'Hermanos Entrerríos' como un guiño a la magnífica trayectoria deportiva que ambos han dejado impresa en la historia del deporte del balonmano.
La decisión se la trasladó el concejal de Deportes del Ayuntamiento, Jorge Pañeda. «Yo, primero, fui fan de Alberto y, después, de Raúl. Lo han ganado todo y han llevado el nombre de Gijón por todo el mundo. Qué menos que un detalle así», afirma el edil.
«Es un gran orgullo para nosotros», asegura Alberto. «Era una cosa que llevaban intentando hacerlo muchos años y que ahora se va a realizar», hace hincapié. «Para nosotros, como gijoneses, a parte de que nos sintamos reconocidos, es importante saber que podemos aportar algo todavía allí», añade el mayor de los Entrerríos.
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